Símbolos de la identidad de Caracas. Arquitectura, cultura y paisaje

Caracas: otro plano del futuro


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Instalación «Jardín» de Patricia Van Dalen. Universidad Simón Bolívar, Caracas 1998.

“…el que aleja o arrima el temblar de lo que se inclina…”, verso que se puede leer en el poema “En Este Valle”, del poeta argentino Hugo Mujica; me hace pensar en el nosotros, nuestra historia con Caracas—de idas y venidas—y su futuro. De idas y venidas, porque así lo fue para una generación y aún lo es para quienes forman parte de los que habitan en La Gran Caracas. Los símbolos que juegan con los sentimientos de otros al recordar la capital venezolana, son reemplazados por momentos que habitan en la memoria de quienes ella, inclusivamente, hace llamar su casa: “ciudad dormitorio” (Guarenas, Guatire, Los Teques, entre otros) e incluso de quienes crecen en sus cerros —”…de lo que se inclina”, como dice Mujica—, viéndola en picada y flotando en su eje.  Creo que es, en el imaginativo común, lo que dificulta  fantasear con el futuro de un lugar cuando pasas parte de tu vida dibujando el tuyo siendo un caraqueño, pero por el hecho de vivir las emociones de ella y no solo por haber nacido ahí. 

En lo personal, me gustaría conocer todos los nombres que le tienen, porque significa que estaría contando una historia diferente, sería yo el educador de quienes me han dejado con la boca abierta al llamarla de maneras que me parecían raras e imposibles. Se entendería que también conozco…como nadie y como muchos. Aún así, encuentro refugio en los recuerdos, porque sé que esos detalles—las trinitarias pintando siempre los rincones de su valle o las perezas creando tráfico, mientras intentan atravesar la Avenida Rómulo Gallegos, por ejemplo—continuarán vivos, evitando que vivir en Caracas, crear y pertenecer a su gentilicio, pierdan sentido en la bruma incierta del tiempo futuro. 

Caracas, Futuro. Caracas y el futuro. El futuro de Caracas. Caracas-Futuro. Todavía la formulación correcta yace en un paradigma levantado en realidades. Más allá de diseñar su porvenir imaginando nuevas versiones de la “Casa Mara” (Jorge Castillo diseña, 1972), es válido contemplar su futuro de otra manera.

Caracas, o la idea de vivir en ella, siempre ha sobresalido como habitar en un jardín botánico. Uno, donde El Ávila, concepto de inmensidad y esperanza ecológica, tiene un sentido que irrumpe en lo eterno, entre las costas del litoral y la zona metropolitana. Es ahi donde no se siente que los árboles sufren el peso de sus hojas, donde la humedad de sus días menos secos se convierte en rocío y el fuego, producto de aquellos más secos, evitan el silencio. Entonces, se debe hablar de Caracas y su futuro, pues ella ha estado abierta  a abrazar las bondades de lo contemporáneo.  

Caracas, con su propio estilo, no es como el mundo moderno, pues gracias a sus faldas montañosas seguirá abierta a la misteriosa llegada del viento que trae vida consigo, sin saber de dónde exactamente, el canto de grillos, fecundidad, locura y claridad para ver el horizonte. 

Mientras este ensayo es escrito, la UNESCO anuncia la dislocación de parte de los Pasillos Cubiertos de la Ciudad Universitaria de Caracas (UCV), “sitio del Patrimonio Mundial”, resalta el tweet ofreciendo ayudar a las autoridades locales. Lo que me hace pensar en cuán difícil puede ser el vacío actual de mantenimiento, el trabajo que se avecina en el futuro. También me hace recordar y comparar a Caracas con las palabras de Fitz Lang (El Desprecio, 1963): “la ciudad de Homero es real, muy real”. Entonces, si hablamos de futuro, en el esfuerzo de bocetar esta realidad, es difícil obviar su pasado y presente, en lo que significa restaurar una ciudad y llevarla al desarrollo, en introducirla al nuevo milenio. Según Martha Thorne, Decana de la IE School of Architecture and Design y Directora Ejecutiva del Pritzker Architecture Prize, se deben replicar algunos modelos y prácticas que han demostrado que funcionan para ser optimistas sobre el futuro de las ciudades. “Todos estamos en el mismo barco”, afirma Thorne, “…si queremos un resultado positivo, debemos coordinar nuestras acciones en diversas áreas”. Aplicando la tesis de Thorne, en la Caracas del futuro se ve el anuncio del trabajo en la estructura invisible y en la palpable. 

Sin embargo, la validez de lo que Caracas es ahora no agota las ansias de esperanza. Caracas otorgará y ofrecerá, pero con aires de capital, como siempre (de alguna forma) lo ha hecho. Sería romántico pensar que es gracias a su amabilidad que digo esto, porque también algunos acertaron en resaltar su hostilidad; pero entonces, ¿dónde quedaría su orgullo de primera ciudad  del país? Incluso los propios venezolanos saben que se deben entender las reglas del juego para vivir en ella y aprovechar su premisa de tierra prometedora donde el destino humano sigue tan desnudo y expuesto como lo estuvieron sus primeros habitantes. 

La idea de ella en el futuro se basa—un poco—en mi ilusión del pasado, en la fantasía de nuestro verso inconcluso, de verla desde lejos o en películas. Será una ciudad que no limitará a quienes habiten en ella con su superioridad, no se sentirá forzada a adaptarse, se encargará de retomar su propio proceso de vernalización que la historia escrita por el hombre detuvo a través del tiempo del país. 

Puede que algunos crean que Caracas pide tajantemente, pero en mi experiencia me hace sentir que en su eco de libro abierto se pudo, puede y podrá entender la invitación a actuar en su divinidad.

Hablar de su futuro no es contemplar una conclusión.

Isaac Pérez Solano

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